La meditación es una práctica que forma parte de la cultura global.
Unos hacen negocio con ella, otros la quieren dovulgar y poner al servicio de los demás. Y casi todos se esfuerzan por mantener el áura mística en torno a ella.
Llevo bastantes años meditando, y creo que he conseguido entender de qué va el asunto.
Meditar es el acto de confrontar los pensamientos y situaciones que vienen a nuestra consciencia, observando cómo reacciona nuestro cuerpo.
Esto implica que no solo puedes meditar sentándote en posición de loto, con un cojín y un ambiente de recogimiento, sino que puedes tener una actitud meditativa en tu día a día.
Un modo en el que a la vez que recibes estímulos puedes reflexionar sobre cómo estás procesándolos y qué podría pasar a continuación, sin saltar de forma precipitada a una decisión.
¿Un ejemplo? Vas en bici, relajado y a la vez consciente de lo que te rodea. Te acercas a un coche aparcado. Parece que hay alguien dentro. Ves que la cabeza se mueve. También puedes intuir movimiento por lo que se refleja en el espejo retrovisor. Estás casi seguro de que va a abrir la puerta. ¿Te dejas llevar por ese tren de pensamiento, frenas fuerte y te desvías? ¿O ajustas la trayectoria y velocidad en función de lo que va pasando, poco a poco y bajo control? Lo primero es una reacción visceral pura, y lo segundo una reacción resultado de una actitud meditativa.
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